13 de octubre de 2024
Cuando otra aeronave impactó contra la segunda de las Torres Gemelas en Nueva York aquel 11 de septiembre de 2001, supimos entonces que el mundo cambiaba para siempre; los atentados fueron el presagio de un despertar diferente. Los principales testigos conscientes de aquel episodio de incredulidad, éramos los hijos del siglo XX. La realidad nos había alcanzado, el destino mismo, tal y como lo presagiaba una película de 1973.
Estábamos al borde del otoño en aquel inicio de siglo y nunca imaginamos la rapidez con que los años siguientes habrían de fugarse. Ha transcurrido ya el primer cuarto del siglo XXI y la transformación del mundo ha sido estrambótica, aún y cuando la lucha de las ideologías de siglos pasados persiste. Una grotesca polarización se inscribe en nuestras sociedades en lucha encarnizada, sin valores.
Hace algunas semanas que impartía una conferencia universitaria, y decía a los jóvenes oyentes que quienes estudiamos durante el transcurso del siglo XX, disfrutamos de una época singular, claro que el mundo para entonces ya era obsceno, pero lejos estábamos de imaginar lo que acontecería en los años futuros. Los hijos del siglo XX, tenemos el privilegio de transitar entre siglos, más aún, algunos quienes tuvimos abuelos nacidos en siglo XIX, y pudimos conversar con ellos para conocer de viva voz el acontecer de aquellos tiempos. Sin imaginarlo, nos convertimos en un eslabón singular capaz de testificar los destinos enlazados de todo este tiempo y compulsar así más fácilmente el pasado con estos tiempos de incertidumbre y preocupación.
Son los tiempos de las sociedades Queer, las épocas del poliamor en las sociedades no binarias; la inteligencia artificial más allá de entusiasmarnos, nos lleva a la angustia en que surja el día en que se le dote de emociones, para entonces, la amenaza habrá de desbordarlo todo.
Viene la colonización de la luna y acaso del planeta Marte, las mujeres, muchas dejarán de serlo y los hombres también, pero por mero sentido volitivo. Prevalecerán los contratos de la maternidad subrogada y los úteros femeninos resultarán un atractivo negocio.
Los presidentes de los países, asaltarán sus propios capitolios y derrumbarán muy probablemente las catedrales del Derecho. Sin ánimos nihilistas, estimo que en el devenir del siglo XXI, el mundo, por fin estará completamente al revés, como lo ironizó el escritor Eduardo Galeano.
No es que los hijos del siglo XX tengamos melancolía, pero nos preocupa el odio al hombre responsable, y más todavía que sobrevenga entonces sí y para siempre la muerte de Dios (Nietzsche).
Los hijos del siglo XX queremos seguir cuidando de esta vida, porque aún la necesitamos para mucho, pero esto, no es más que un apunte de entre siglos.