Veinticinco años en la historia son relativos, para algunos pueden significar mucho tiempo, para otros, un suspiro; cuestión de enfoques, sin embargo, pese a tales desencuentros, representan un cuarto de siglo en esa medición secular a la que somos tan proclives los seres humanos.
Hace 30 años, justo el 23 de marzo de 1994, fue que en la democracia mexicana salimos de lo cotidiano, luego de tantos años de una discreta paz nuestro crepúsculo se tiñó de sangre, misma que desde entonces no parece detenerse. La violencia es la autoflagelación de los mexicanos y estamos decepcionados. Desde entonces alguien nos robó un sueño. Yo no sé si Colosio hubiera sido ese mexicano -ese héroe ansiado- que pudo haber devuelto a este país todo aquello que parecía (y parece) de imposible solución. Eso no lo habremos de saber nunca, porque nos arrancaron la posibilidad, sin embargo, en estos nuestros tiempos, preñados de angustia y desesperación resurge la figura de un mexicano honesto que significó esperanza y digamos que hoy es asunción de un pasado que salta frente a nosotros y nos invade de nostalgia.
Milan Kundera, escritor checo, en su magnífica novela “La ignorancia” cita con erudición el origen de la palabra Nostalgia, definiéndola como “el sufrimiento causado por un deseo incumplido de regresar…” es una añoranza, una tristeza, es “el insoportable dolor de la ausencia.”
Me quedo con la añoranza como mi propio sustantivo de la nostalgia.
De la muerte de Colosio, al siglo XXI, la historia sigue transcurriendo y no se ha detenido como lo profetizó Fukuyama. Han habido aciertos, sí, pero tantos defectos en la vida pública de nuestro país que con su carga de contradicciones se revelan en nuestra desventaja.
Reitero, yo no sé si Colosio, hombre de diálogo más que de confrontación, hubiese tenido la capacidad de lograr aquello que él mismo dijo: “¡Cambiémos! sí ¡cambiémos! pero hagámoslo con responsabilidad…”
Es en ese deseo de lo que está ausente, que resurge el recuerdo de un hombre y de una época que nos proporcionan alguna satisfacción, y no es un anhelo de lo viejo o caduco, sino la invocación de una fuerza persuasiva de cambio. Cambio verdadero, genuino.
La artera muerte de Luis Donaldo, nos trae en su recuerdo una reflexión moral: Frente a los errores, por graves que sean, aún podemos evitar una catástrofe; por ello pienso en COLOSIO, AHORA MAS QUE NUNCA…