7 de julio de 2024
¿Por qué hacerlo a través de estos ya no tan novedosos, pero sí cada vez más usuales medios electrónicos?. Hubo un tiempo en que el conocimiento era privilegiado, tanto más que elitista, fue reserva para los iniciados en las ciencias y en las artes religiosas, luego se diseminó hacia las clases cultas, hasta que con el tiempo vino a convertirse en un ejercicio humano más universal.
En los albores del siglo XXI, el conocimiento se ha tornado por demás difuso, lo que resulta ambivalente, toda vez que mientras por un lado se muestra más ingente en un mundo cada vez más pequeño y cercano a todos, por otro, pierde claridad en la inmensidad en que se dispersa. El Diccionario Enciclopédico Ilustrado define a la Cultura en su acepción más amplia como “Aquel conjunto de ideas, habilidades y costumbres que ha ido adquiriendo un grupo humano y transmitiendo de generación en generación” es decir, la Cultura constituye el acervo de la civilización, en síntesis, por Cultura entenderíamos “toda manifestación humana” luego entonces los temas en cuestión serán tratados en su conjunto como una expresión más de esa Cultura, con la propensión –siempre- de desarrollar y mejorar nuestras facultades intelectivas, morales y espirituales. Aludir a la internet como el medio más sofisticado de la comunicación en masa, nos hace reflexionar detenidamente, dado que la intercomunicación humana que se genera persona a persona, es decir, en la que nos interrelacionamos unos con otros de manera frontal es justo la que nos identifica como humanos.
Comunicar por este medio se traduce en masificar el conocimiento y la experiencia, en la conversión de una idea u opinión a un debate ingente, universal, arriesgado incluso, pero con ello también ha de generarse una retroalimentación extraordinaria que nos traiga al miniordenador que casi siempre nos acompaña, un cúmulo de experiencias enriquecedoras y una visión más clara, objetiva y fría del mundo al que pertenecemos.
Cuando Jorge Luis Borges en la década de los cuarenta del siglo pasado escribió una de sus obras capitales, “EL Aleph” nos descubrió un mundo inimaginable, abriendo las ventanas de la ficción a un cosmos inexplicable al sentido común, en donde un “loco” llamado Carlos Argentino Daneri era el poseedor afortunado de un “algo” a través del cual, pasado, presente y futuro en una conjunción siniestra discurrían y se mostraban para dar a conocer la verdad y los misterios de Dios, la ciencia y el universo. El enfrentamiento del hombre con la eternidad, el cual de pronto se ve sumido ante el abismo del conocimiento. Las disquisiciones eruditas de Borges en “El Aleph” nos parecen reminiscencia de la adopción generalizada que de la tecnología informática ha hecho el hombre. El hombre actual, significado por el “Daneri” de Borges se ha tornado poderoso con el acceso al conocimiento y su utilización, pareciera entonces que Borges al urdir aquella trama ficticia profetizaba la realidad del mundo contemporáneo.
Son tiempos preñados de preocupación, es necesario reflexionar y procurar una conciencia colectiva para que retomemos el camino perdido. Que el uso del conocimiento se transmute en sostén indiscutible del progreso y el orden de la humanidad, para que los signos de nuestros tiempos dejen de tener esos visos fatídicos que parecen llevarnos a la autodestrucción sin retorno. Si el hombre que es un animal metafísico y que como ser biológico, según lo ha descrito Alain Supiot en su “Ensayo sobre la función antropológica del Derecho”, aborda el mundo a través de sus órganos sensoriales, que sean las voces, sí, de todos, las que se escuchen y que la polémica no sea vista como la contraposición de una idea para generar violencia e imponerse con la pretensión de superioridad, la polémica más bien debe ser entendida como un ejercicio dialéctico de la razón humana que encuentre la verdad como recompensa para conducirnos hacia un mundo verdaderamente feliz, o de menos humanamente más cercano a la justicia.